Escenarios para evaluar aprendizajes más allá de la sala de clases

Está suficientemente claro y demostrado que evaluar el desempeño de los estudiantes en contextos como la sala de clases, no sólo reduce la mirada del profesor respecto de los múltiples repertorios que tienen sus estudiantes sino además atenta contra los principios fundamentales de la evaluación que consisten, entre otros, en salvaguardar la pertinencia, la validez y confiabilidad de aquellos instrumentos que a diario se utilizan para evaluar.

Veamos un poco esta noción de pertinencia que en su doble o triple dimensión, de currículo pertinente (socio-cultural), aprendizajes pertinentes y, por cierto, evaluación pertinente; se ha manejado al arbitrio de consideraciones políticas e ideológicas que nada tienen de pertinentes por su nula implementación desde la base.

No existe contradicción en querer evaluar para el aprendizaje, que duda cabe. Lo cierto es que nuestra propia cultura no propicia la implementación de esta condición para aprender, ya mucho se ha hablado y declarado sobre “la importancia de evaluar en un nuevo paradigma de oscilaciones permanentes…”

Pero en qué momento se asume con propiedad este imperativo, permitiendo de verdad a las comunidades educativas construir sus propias y pertinentes formas de diseñar y planificar el curriculum y evaluar, en virtud de aquello, los aprendizajes de sus estudiantes?

Cómo evaluar sin considerar los contextos naturales y culturales donde se ha aprendido de todo, el valor de la familia, el poder de la verdad, el respeto a sí mismo y a los demás, que las lentejas tienen fierro y nos hacen fuertes, que lavarse los dientes tres veces por día evita gastos excesivos en dentista, que la pereza atrofia los músculos y también el cerebro, y tantas cosas más… Entonces, cómo evaluar estos aprendizajes en una sala que está diseñada para reproducir información? La respuesta es conocida por todos. Sólo recordemos a Gardner cuando plantea que la prueba de lápiz y papel reproduce los signos de una cultura que ha occidentalizado el cerebro en la mecánica de recuperar información que se almacena en la memoria para luego exhibirla de distintas maneras a modo de clasificación, síntesis, exposición, y en el mejor de los casos, apreciaciones y argumentaciones epistemológicas.

La búsqueda de formas para conocer a nuestros estudiantes permite crear escenarios o aprovechar los existentes para configurar el currículo que se ha decidido implementar a partir de las necesidades establecidas por una determinada comunidad educativa.

La concreción del currículo es el ejercicio más pertinente de una evaluación juiciosa, donde se deben tomar las decisiones de qué, cómo, con qué y para qué enseñar. Resuelto esto, la evaluación se hace más amigable y cercana, dado que es el resultado de compromisos compartidos. Así se avanza, desde la esencia del hacer pedagógico, aquí cobran sentido los respaldos externos, que más que proveedores, deben ser garantes de procesos de calidad. En esta lógica, el profesor acudirá a su “sala de clases” con seguridad, respaldado por una filosofía compartida y suficientemente operacionalizada para que actúe en consecuencia, sin la angustia de comprobar a fuerza de resistencia lo que ha enseñado a sus estudiantes. Más bien se concentra en sus aprendizajes.

La evaluación se asume con decisiones currículares, con perfiles claros y compromisos de aseguramiento colectivo. La tranquilidad que ello produce permite ahora trascender la sala de clases, incluso permaneciendo en la misma sala de clases, ahora con una mirada de largo alcance. Evalúo para mejorar los aprendizajes a partir de los mismos aprendizajes.

Obligo a la cultura a implementar aquello que hasta ahora se ha mantenido en el discurso, porque de discursos los maestros están agotados, de las declaraciones de buenas intenciones y la sloganitis de que sufren algunos En la medida que la cultura institucional se transforma por la adscripción de nuestros compromisos, se es capaz de implementar paraconstruir desde lo cotidiano, ser capaz de situarse, instalarse en distintos ángulos, para ver qué dialogan los estudiantes en los recreos, en los almuerzos, a la salida del colegio, a la vuelta de la esquina, cómo resuelve problemas de la cotidianeidad y busca medios para conseguir sus propósitos… y en una de esas, motivado por algo, le pide al profesor que lo ayude con alguna herramienta para gestionar mejor un viaje a la laguna con sus vecinos y amigos, le pide que lo guíe para pintar la superficie de su casa con un cálculo acertado de pintura.

La adolescente de 14 años, tal vez no se embarace porque aprende de verdad a aplicar la biología del cuerpo humano. Cuando el estudiante simplemente tiene claro sus propósitos y no sólo los declara, también trabaja para ellos. Cuando el estudiante sube a la micro y repasa las ecuaciones de primer grado para saber que sus partes lo pueden ayudar a comprender un problema que tiene distintas variables que puede despejar para llegar a la solución y que con este tipo de razonamiento puede resolver el mundo. Y que decir de la poesía, puede permitirle comprender el universo de otros, por ejemplo para no agredir a sus compañeros o en el futuro, para no violentar a su propia familia.

2 comentarios:

horario mercadona dijo...

Las evaluaciones indicativos que demuestran el grado de aprendizaje de un estudiante debería ser de manera constante, buscando los puntos débiles donde el estudiante tenga problemas con algunos temas.

Franquicias internacionales dijo...

Tener un control de nuestro aprendizaje nos convertirá y nos ayudara a ser unos expertos en cualquier idioma extranjero.